jueves, mayo 24, 2007

El "bien decir" (Diálogos vallecanos)

LUIS LUCENA CANALES

Camino con mi amigo Arturo de Alba-Uribe (más conocido como “El Markés”) por la Avenida de la Albufera. Charlamos sobre el “bien decir.”
-Que es “bendecir” –apostilla-. Sí, porque hay en esa actitud hacia la literatura una pose de cura. Disfrazado de retro o de progre, lo mismo da, pero de cura.
-¿Y qué entiendes tú por “una actitud de cura”? –pregunto.
-La actitud del que quiere salvarnos de nosotros mismos, de ser el que realmente somos –responde, tajantemente.
-¿Quién somos, qué somos? –pregunto, mirando ensimismado una de las farolas de la avenida.
-No me pidas que lo defina. Cada cual tiene que descubrirlo por sí mismo. Probablemente el hallazgo, en caso de que lo haya, sólo sea útil, si es que es útil, para el que lo ha realizado. De lo que estoy seguro es de que no somos ese que dicen, ese que quieren imponernos las autoridades desde sus instituciones, ya sean ideológicas, políticas, filosóficas, científicas o religiosas. El ser humano se escabulle de todas las teorías como el agua de un cubo agujereado. Imposible definirlo, contenerlo, controlarlo en la red del pensamiento.
-Si es así, para qué siquiera intentarlo, para qué escribir.
-Quizá escribir no tenga nada que ver con ese intento.
Hemos subido por Buenos Aires hasta el Alto del Arenal y, luego, hemos bajado hasta la calle de Pablo Neruda. Los árboles tejen un tapiz de sombras sobre la fachada de los edificios y a nuestros pies, sobre las aceras, que nos protege del sol violento del verano vallecano.
-¿Por qué escribes tú, entonces?
-Escribo para poner en evidencia la paradoja que implica pretender coger el agua de la vida en la red del lenguaje, decir lo imposible, limitar lo ilimitable, y en el torpe intento de ir más allá de las palabras con las palabras permitir que se cuele por su enrejado de cárcel el libre viento que mueve las olas, el libre sol que da forma con el agua a infinitos reflejos...
-Extraña intención y realmente difícil...
-Lo demás no merece la pena. Frente al “bien decir” de los gregarios que pretende la autoafirmación del autor, el hacerse a sí mismo, nombrar la inasible belleza a través de la roma experiencia, proponer un mensaje, en fin, construirse un yo poderoso y autosuficiente, yo propongo el decir de los solitarios, de los ausentes, de los proscritos que se han apartado lo bastante de los valores convencionales como para ver sus contradicciones y sus mentiras en sí mismos, indagar en el lado oscuro de la vida, en la periferia, sencillamente, sin aspavientos y no asustarse, ir a hacia ese lado como se va a la muerte, irremediablemente, cuestionándose los valores establecidos como intocables, como verdaderos, en uno mismo, sin prejuicios, sin inconfesados intereses, con esa libertad que da el no tenerlos. Quizá de ahí pueda nacer la escritura del vidente, como quería Rimbaud, lo escrito con la propia sangre, como practicó Nieztsche, lo escrito con los propios desechos, hambre, iluminaciones como llevaron a sus últimas consecuencias Dostovyeski, Hamsun, Henri Miller, poniendo en evidencia la agonía del intelecto, como hizo Valéry, llevando a su máxima tensión estética el lenguaje en el milagro musical de la palabras, como realizó Valle-Inclán, decir lo que no se ha dicho, como dijo Céline, sólo frente al mundo, como Lautréamont, yendo al final de la propia locura, como hizo Blake, desde la más honda originalidad posible, desde lo originario o primordial, lo común a todos, como propuso Unamuno, con la escritura espontánea de los beat, Kerouac, y gozosa de Watts...
Y sigue así, recitando su ilustrada retahíla como una letanía, hasta que, de pronto, se detiene en seco, como deslumbrado por una luz de otro mundo, y percibimos, ambos al mismo tiempo, un silencio preñado de algo completamente nuevo (no sabría decir qué) que inunda la plaza ante la que nos hemos quedado paralizados: a un lado el mostrenco, desproporcionado edificio de la Asamblea de Madrid, al otro, el escaparate de las vanidades del consumo, el mercado, y, entre ambos, las viviendas viejas, las viviendas nuevas formando un solo cuerpo en el círculo sin fin, ouroboros entre el cielo y el infierno...

Publicado en la revista de la librería Muga (Vallecas, Madrid)

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