miércoles, febrero 27, 2008

CLAVES DE EL ESPÍRITU DE LA SERPIENTE

El espíritu de la serpiente es un libro atípico, por cuanto, siendo el primer libro publicado por su autor, es una antología que compendia veinte años de poesía. El autor dice en el prólogo que ve ese “proceso recorrido por un mismo y único espíritu” (pág. 9), pero en él se contemplan las múltiples voces del poeta como autor y personaje de su historia. El poeta es todos siendo siempre el mismo, pues ese proceso “fluye constantemente quieto en la distancia de los años.” (Pág. 9.) El espíritu de la serpiente es un libro construido con símbolos, por eso, ay, de quien tome al pie de la letra sus palabras, sus imágenes, ay, de quien sólo vea la apariencia, pues se encontrará irremisiblemente perdido en su laberinto de espejos y le quedará vedado su mágico reino. El espíritu de la serpiente expone la poética del autor, su visión de la poesía, admirablemente expresada en el prólogo y en algunos de sus poemas (principalmente en Helicoidal poética, pág. 121.) “La poesía es el fuego primordial de la creación manifestándose, aquí y ahora” y el poeta, “un mero instrumento del misterio que se crea a sí mismo”. Por lo tanto, “no hay nada que separe a la vida de la literatura.” (Pág. 14.)

Desde el primer poema el poeta deja claro que “no hay nada”, “no ha habido nunca nada” (pág. 24), pues como declara más adelante “no hay donde llegar/ sino a la muerte.” (Pág. 50.) La vida, el hombre mismo, es “edificio del dolor sobre la nada.” (Pág. 143.) Desde esta afirmación nihilista hay que entender las, a veces, extravagantes expresiones, las confesiones exacerbadas, los exabruptos, las salidas de tono del poeta, así como sus íntimos momentos de exaltación o desesperanza. Pero, el espíritu de la serpiente es “luz y sombra” (pág. 135), contiene los opuestos, se mueve entre los dos lados de la balanza, la vida es peligrosa como caminar por el filo de una navaja. De ahí la paradoja: de las tinieblas primordiales nace la luz y de la luz el mundo, y, por tanto, la vida es tanto luz como sombras. Sombras, que no tinieblas, pues las sombras son efecto de la luz sobre el objeto y las tinieblas son causa, nunca efecto. De aquí la “incomprensible luz/ oscura hez”, de aquí el “ángel y demonio soy/ en el espejo, ay,/ en el espejo de la muerte y de la vida” (pág. 127.) El espejo que refleja al otro por el que el hombre sabe de sí mismo.

El poeta se busca a sí mismo en el otro, en su naturaleza opuesta, si es varón en el misterio femenino, si es mujer en el misterio masculino, pues somos de las dos naturalezas creadoras. Esto nada tiene que ver, evidentemente, con la homo o bisexualidad aunque algunos, pobres, tan lejos del espíritu de la serpiente, como del espíritu de la embriaguez, del espíritu del vino, se queden sólo en eso. El poeta indaga en su naturaleza y llega a lo que es a través de su contrario. Por eso, una vez consumado el acto de amor con el otro interior, dice: “Desvelado el misterio,/ después,/ me ha dejado solo/ hombre nuevo al desprenderse/ vacío el cuerpo/ temblando de amor./ Hombre al fin/ más hombre aún/ ángel de oro/ frágil tesoro/ de luz que nace/ en la noche incierta/ esencia/ de una visión atenta/ a la muerte del ruiseñor.” (Pág. 126.) Es decir, la muerte de la oscuridad que encierra el desconocimiento propio. El hombre, o la mujer, poeta se encuentra consigo mismo al conocerse en la visión-experiencia opuesta, que en la expresión poética se concreta en la metáfora de un acto de amor consigo mismo. Así lo que era obstáculo, en la imposibilidad de inversión total que lleva a la locura (“literal-ria-mente”, poema El obstá-culo, pág. 105), se transforma en acto, realidad, por la metáfora poética. Y eso es todo. Lo demás, son sucias palabras de inquisidor o palabras interesadas, que intentan defender una u otra opción, tan ajenas a la verdadera intención del poeta.

Ya dijimos que el poeta utiliza un lenguaje simbólico para expresar sensaciones, visiones, experiencias que están más allá de los valores morales, de los prejuicios, de las opciones personales. Esta ausencia de valoración, es más, yo diría que esta falta de precaución del poeta en su consideración de los valores establecidos, ha hecho que se digan cosas sin pies ni cabeza del autor de estos poemas, de las que cabalmente se salva al conocer su destino, independientemente de lo que piensen sus contemporáneos. Ya dije que no es un libro de poesía al uso, lo que incluso pudo parecer pretencioso para un escritor desconocido. De hecho el libro pasó desapercibido. Ni una noticia, ni una nota, ni una crítica. A pesar de fue enviado a las más importantes publicaciones literarias se perdió en la barahúnda, entre el ruido de las palabras-máquina, de las palabras bonitas, de las palabras blandas, de las palabras fantasmas, de las meta-palabras, de las palabras-artificio, de las palabras-baratija. No importa, pues el poeta se ha puesto en manos de algo infinitamente más importante que el reconocimiento, que la fama, se ha puesto en manos de lo otro y lo otro es la “madre terrible” (pág. 142.) Él mismo se ha “sentido madre” (pág. 125), ha visto “el principio y el final de todos los caminos” (pág. 141) y, por ello, se le ha “concedido conocer el secreto” (pág. 141.) El poeta que ha regresado “a la tragedia del mundo” (pág. 141) comprende que “la meta es el camino” (pág. 142.) “No hay donde ir” (pág. 142), sin embargo, esto no será nunca más motivo de sufrimiento, pues la fuente, “serena belleza desnuda” (pág. 142), promete al poeta no abandonarle nunca.

El símbolo de la serpiente es tan antiguo como el lenguaje; presente ya en las inscripciones paleolíticas, se encuentra en todas las culturas humanas. “Rápida como el relámpago, la serpiente visible surge siempre de una boca de sombra, falla o grieta, para escupir la muerte o la vida, antes de retornar a lo invisible. O bien deja esta apariencia macho para hacerse hembra: se aduja, abraza, aprieta, ahoga, deglute, digiere y duerme. Esta serpiente hembra es la invisible serpiente-príncipe, que habita las capas profundas de la conciencia y las capas profundas de la tierra. Es enigmática, secreta; uno no puede prever sus decisiones, repentinas como sus metamorfosis. Se sirve de los sexos como de todos los contrarios; es hembra, y también macho, gemela en sí misma, como tantos grandes dioses creadores que son siempre, en su representación primera, serpientes cósmicas. La serpiente no representa pues un arquetipo sino un complejo arquetípico, ligado a la fría, viscosa y subterránea noche de los orígenes”, escribe Alain Gheerbrant en el Diccionario de los Símbolos, publicado conjuntamente con Jean Chevalier. Según Juan-Eduardo Cirlot, en Diccionario de símbolos, “En Occidente, Bayley interpreta que la serpiente, por su esquema onduloso, similar a las ondas marinas, puede simbolizar la sabiduría abisal y los grandes arcanos.” Y según recuerda Ernest Aeppli, para Jung “la aparición del símbolo serpiente es signo indefectible de que algo importante en el inconsciente ha formado una constelación (...) Es decir, algo está en trance de convertirse en fuerza actuante. Ese elemento importante puede ser portador de peligro o de salud, pues la serpiente del sueño es de significación totalmente ambivalente.” (Citado por José Ángel Valente.) Este último autor precisa que “el movimiento de la serpiente es señal de lo genesíaco, del proceso oscuro de la generación, de la ascensión de las fuerzas del fondo hacia la superficie o hacia la luz (...) Ese movimiento irruptor de los subliminal, de lo sumergido, de lo que asciende desde el sueño, o desde el humus original, trae consigo la vida y con ella las formas de su destrucción que son a la vez las formas de su multiplicidad.”

Entonces, ¿qué constelación se asoma en el poeta por la aparición en su poesía y en su vida del símbolo serpiente? ¿Qué está en trance de convertirse en fuerza actuante? ¿Es un elemento portador de peligro o de salud? ¿Qué es lo que señala el alumbramiento del espíritu de la serpiente en el poeta? Lo que surge es el mismo espíritu de la poesía. El poeta ha luchado a brazo partido con la palabra, para domeñarla y ponerla al servicio de la vida (“que no puedo concebir separada de la literatura.” Pág. 10.) Y, por eso, no puede ser cualquier palabra. Su “apasionado amor” le lleva a la exigencia de la palabra bien dicha, pero siempre “en su relación indisoluble con la vida” (pág. 15.) “A mí no me interesa –dice- la literatura si no es en esa dimensión (...) de hacerme [aprovecho aquí para hacer esta corrección del texto que pone “hacerle”] soluble en lo que escribo, como medio para convertirme (...), en obra de arte.” (Pág. 13.) Este proyecto –de preclaros antecedentes literarios- tiene su primera concreción en este su primer libro. Libro frustrado (en su expresión no en su intención) como casi todo primer libro, si bien este primigenio intento apunta hacia realizaciones más logradas, tal y como puede verse en sus futuras obras: en las novelas Periferia o muerte y El viajero extraviado, o en su visión Primordial de la poesía. El espíritu de la serpiente es, así, un libro que resume y promete, un libro que contiene en germen las futuras realizaciones del poeta. Por lo tanto, ser indulgentes, pues es tan sólo el libro de un poeta que empieza a extraer, del propio veneno, la medicina “que destruye el Veneno y Salva al Envenenado”, utilizando una cita suya de George Ripley. O, diciéndolo con palabras de William Blake, “la Poesía existe para excusar al Vicio y mostrar su razón y necesaria purificación.”

Quisiera ahora, para apoyar lo dicho, transcribir una cita del diario de Luis Lucena Canales (Diario del proscrito, inédito), en la que, creo, queda suficientemente clara su actitud ante la literatura y la vida.

"Mi diferencia con los oníricos es que a ellos sólo les interesa el otro lado. Se evaden de la vida pretendiendo ir al fondo de la vida.

“Mi diferencia con los sociales es que a ellos sólo le interesan las condiciones de vida materiales; son por lo tanto parciales, superficiales, y aunque se pongan a favor de los marginados, de los explotados, de los oprimidos su alternativa es la misma que la de sus enemigos. La oposición complementa a su contrario.

“Mi diferencia con los íntimos es que a ellos sólo le interesa el individuo y su ámbito de relaciones cercanas. Por eso se conforman con las relaciones dadas.

“Mi diferencia con los espirituales es que a ellos sólo le interesan los aspectos “trascendentes” del individuo. Pero lo trascendente está conectado con las condiciones de vida materiales, sociales e individuales, con la vida cotidiana, con el dolor y lo sucio.

“La revolución empieza por uno mismo, en nuestro interior, o no empieza, no es. Y no sólo afecta a lo subjetivo, sino que todo cambio interior cuando lo es realmente se refleja, sin intención del individuo, sobre su entorno social y natural, sobre sus condiciones materiales, de relación, de vida.

“Sólo el pleno conocimiento de nuestra propia mente, de la mente humana, hace posible su cambio y, por tanto, el cambio del mundo. No el conocimiento intelectual, frío, desconectado, no el conocimiento que evita lo oscuro, el peligro, sino el conocimiento no separado del sentimiento de la complejidad y, al mismo tiempo, profunda sencillez de la vida.

“He indagado en los espacios, en los tiempos oscuros... ahora, ha llegado el momento de dejarla a un lado, y aun cuando esos jirones de sombra permanezcan volverlos luminosos por contraste, como ejemplos negativos, lo cual no significa aceptarlos, ni reprimirlos, sino integrarlos en la más amplia luz, en la voz luminosa.

Yo quiero -como Blas de Otero-

averiguar cómo se salva

la distancia entre la vida y los libros.

El poeta indaga en espacios,

en tiempos oscuros,

en los límites propios,

en las fronteras del mundo

y entre sus múltiples voces escoge

la voz luminosa y sagrada del Uno.

Pero, dice: “no basta,

es preciso llevar esa voz a la vida,

que esa voz tome cuerpo,

aroma de vino,

que esa voz se haga sangre.”

Solamente amo yo –como Nietzsche-

lo que se ha escrito

con la propia sangre,

de todo cuanto se ha escrito.”


Diógenes de la Torre de Valois

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